viernes, 4 de julio de 2008

IV Jornada Masónica en Barquisimeto, Eloy Reverón

Como ya es tradición desde hace cuatro años, la logia Renacimiento N 222 de Barquisimeto, ha reunido en la crepuscular ciudad larense, a un connotado número de hermanos masones, candidatos y amistades a fin participar en las jornadas masónicas que este año tuvo lugar, en la otra ribera del Turbio vibrador.
Un lugar bastante fresco y sembrado de árboles frutales donde los pájaros cantan sus trinos celebrando a la creación. Es un centro de cultura católico apostólico y romano donde hoy día la Masonería y la Iglesia se dan la mano.
Este año me correspondió hablar sobre Masonería y Derechos Civiles en Barquisimeto en 1864. La noche antes de emprender viaje, mientras imprimía el texto que llevaría a la jornada me sentí un tanto extraño al preguntarme: ¿No será un tanto pretencioso ir a hablarles a ellos sobre su propia historia? Pero en medio del silencio sentí una voz que me dijo: ¡ Na güará, ah mundo El tocuyo… era la voz de mi abuelo Eloy recordándome que aquello que había sucedido en Barquisimeto, ocurrió el mismo año de 1864, el mismo año que nació mi abuelo, todo queda entre larenses. Así que tomé mis archivos e imprimí uno de los resúmenes que tenía sobre mi ponencia presentada en el VI Congreso Internacional de Historiadores organizado por la Academia Nacional de la Historia en Caracas, agosto de 1988, un par de mudas para el fin de semana, y rumbo a las tierras ancestrales.
De tal manera, que de algunos resúmenes que había elaborado, los actualicé un poco, y les presento algunos fragmentos de aquel texto, y otros que se me quedaron en el disco duro.
Introducción
El Imperio español había implantado una sociedad colonial construida dentro de un inmenso continente que había sembrado desde California hasta La Patagonia: plazas, Iglesias, parroquias, conventos, cuarteles, fortalezas, fortines, castillos, universidades, palacios de gobierno acueductos, caminos, viviendas. Un complejo urbanístico diseñado y construido para servir de sustento a un sistema económico que debía traer muy buenos dividendos, tanto a la Corona que gobernó la construcción de ese inmenso Estado Colonial, como a una Santa Cruz que se encargó de darle legitimidad con su bendición, y sobre todo, el Fondo Monetario de los Welser, que lo había financiado. A la vanguardia habían llegado aquellos Caballeros Andantes, que galopando sobre la artillería de sus rocines, con la pólvora del arcabuz y el metal en sus pechos, abrieron los caminos en la selva y sometieron a los pueblos que en estos valles vivían.

Después de trescientos años, los descendientes de estos gallardos guerreros se habían instalado como los verdaderos amos del Valle. Y más de un setenta por ciento de los seres vivientes, en condiciones de esclavitud, servidumbre o exclusión.

Se había creado un lazo de dependencia tan estrecho con aquella cultura, que después de trescientos años estaba tan arraigada, que su clase dominante se había convertido en los españoles de América. Estos mantuanos iban a estudiar a Europa, y a veces hasta a buscar pareja en la Madre Patria, para blanquear un poco la raza y codearse con la nobleza.

Llevado todo esto al mínimo común múltiplo de la expresión simbólica, podemos dibujar una Corona, una Cruz, un Sol de oro, y una figura ecuestre con su lanza y espada, ejerciendo y consolidando su sistema de dominio durante tres siglos, trabajando como vectores de la fuerza de dominio colonial. Una Casa Grande que constituía la unidad productiva de la Colonia, una producción para satisfacer la oferta y la demanda de la metrópoli, una economía que ignoraba las necesidades que quienes generaban la riqueza.

Si reflexionamos un poco sobre estos cuatro elementos, hallaremos la quinta esencia de la cultura de la modernidad erguida desde Europa como una cultura superior y hegemónica construida sobre estas cuatro columnas fundamentales. Como diría nuestro filósofo merideño J.M.Briceño Guerrero: el principio imperial, el principio racional, el principio cristiano y el principio señorial. La modernidad se iniciaría con el dominio de los mares, gracias al desarrollo de la ciencia y la técnica. Mientras que aquí, los mantuanos amos del Valle, se disputaban la autoridad con los funcionarios del Reino.

Durante la crisis de autoridad que se manifestó con la presencia de José Bonaparte y la abdicación al poder por parte de Fernando VII, uno de los pilares fundamentales se había derrumbado, para que la sociedad implantada no abatiera columnas, los otros tres pilares salen a balancear un nuevo centro de gravedad. Un grupo esperaba que ese movimiento se realizara de manera provisional, mientras el Monarca español reestableciera su poder y España recuperara su independencia, pero otros más radicales vieron propicia la oportunidad para seguir el ejemplo de las colonias británicas en el Norte de América.

La Cruz mandó a Cortés de Madariaga para asegurar los intereses de la Iglesia que había perdido un espacio de poder muy grande dentro de la Revolución Francesa. Debía asegurar que el negocio de los diezmos, indulgencias y limosnas no cayera en manos de los protestantes ingleses o de los ateos revolucionarios de Francia. Desde la punta de lanza establecida por los británicos en Trinidad enviaron a John Alderson para que apoyara solapadamente, junto con el Almirante Jhon Durhan, a la república que se había declarado independiente en 1811. La Gran Bretaña aliada con España contra Francia, después se haría la vista gorda cuando sus excedentes de las guerras napoleónicas vinieran a pelear contra los españoles.

Así se van colocando las piezas sobre el tablero de un juego político, cuyo gambito salió con un movimiento de caballos que no estaba previsto en el plan de los mantuanos. Me refiero a la rebelión de los llaneros, los pardos y los esclavos. Esa rebelión popular contra los blancos criollos de la Primera República fue azuzada desde los púlpitos bajo la dirección de monseñor Narciso Coll y Prat, para crear una matriz de opinión sustentada sobre la creencia de que el terremoto que azotó a las principales ciudades de la República durante el jueves santo de 1812, había sido un castigo de Dios, por haber colocado a la Ley y a la Constitución como legitimadora de un régimen, diferente al monárquico, sustentado desde siempre por la bendición de Dios y de su Santa Madre Iglesia.

Los excluidos de ese gobierno, y de esa sociedad, salieron a saquear las haciendas y los depósitos de alimentos, a violar a las mujeres y a vengarse de trescientos años de exclusión y de desprecio. Entre los excluidos estaban los pulperos, los caporales, y los comerciantes y transportistas pardos. Pulperos como Boves, caporales como Páez, lideraron a los lanceros y a los esclavos. Había estallado una ola de violencia que no se podía, ni siquiera imaginar hasta cuándo duraría.

Según los masones de mediados del siglo XIX, como J.J.Castro, Valentín Espinal, y los hermanos que se dirigieron de manera fraternal y masónica al presidente José Tadeo Monagas, el rol de la Masonería durante la Guerra de Emancipación, fue llegar al Armisticio sellado con un abrazo masónico en Santa Ana de Trujillo para regular la guerra, y abrir un camino para la paz.

Después de 1830, nacía la Venezuela independiente de Bogotá. El Caporal se convertía en presidente, los bandoleros en ejército libertador, los oficiales en terratenientes, los legionarios en comerciantes, banqueros y diplomáticos, y los esclavos de regreso a las haciendas. La autoridad de la Corona se había convertido en República; la República se había endeudado para comprar las armas, los acreedores mutaron en rectores de nuestra política y protectores de nuestra costa con el pretexto de proteger su comercio. El Imperio Mercantilista español fue sustituido por el Imperio marítimo y financiero británico. La Corona Española reconoce a Venezuela como República independiente. Los mineros ingleses cruzan hacia esta rivera del Esequibo Vibrador. Venezuela inicia sus reclamaciones a Gran Bretaña sobre El Esequibo. Liberales y conservadores continuarían manejando el lenguaje de las armas como manera esencial de hacer política. Mientras los liberales y los conservadores hacen política con las armas, los banqueros europeos siguen vendiendo armas y refinanciando la deuda, los mineros continúan avanzando hacia el occidente y, Venezuela sigue reclamando el territorio Esequibo. Las logias masónicas bregando por la paz, e iniciando profanos en los ritos de la conciencia ciudadana, instruyendo sobre la tolerancia política y religiosa. La Iglesia, seguiría luchando contra la tolerancia religiosa, y perdiendo control sobre los gobernantes liberales y conservadores, manteniendo sacerdotes en las Cámaras Legislativas, y manipulando la conciencia del pueblo con sus sermones. Liberales y conservadores se habían arruinado, se agotaba la sangre y la pólvora hasta llegar al armisticio de Coche. Guzmán Blanco refinancia la deuda e intenta ordenar el país, aduanas, banca, educación, orden burocrático e intenta traer colonos estadounidenses para colocarlos de frente al avance minero de la Guayana británica, que terminó ubicándose a 80 kilómetros del Orinoco.
Si no estamos concientes de estos pequeños antecedentes históricos, es muy difícil que podamos apreciar la dimensión y la importancia de la situación, que como sector conciente de la sociedad, debía afrontar la logia Estrella de Occidente de Barquisimeto, a pocos años de terminada la llamada Guerra Federal, y de haberse reunificado la Masonería.

Una historia oficial comienza a justificar el precio de los ríos de sangre que había costado la llamada libertad. Eduardo Blanco escribe su epopeya. Mientras la deuda externa crece y las aduanas quedan Empeñadas. El querido hermano, general y sacerdote José Félix Blanco abjura públicamente de la Masonería para poder retomar los hábitos porque El Vaticano renueva sus bulas papales contra la Orden. La Francmasonería del siglo XIX había alcanzado un nivel de prestigio y reconocimiento debido a su presencia solidaria durante momentos apremiantes para la sociedad, tales como terremotos, epidemias, inundaciones y accidentes. (Reverón:1992)

Durante el siglo XX entró en una etapa de decadencia, donde la pérdida de memoria histórica tiene un gran peso a la hora de establecer causas. A mediados del siglo pasado se dedicó al culto a los héroes, dejando a un lado la historia de los valores masónicos. (Reverón: 1995)

Un hermano masón llamado José Ruiz, quien figura en los cuadros de la logia Protectora de las Virtudes Nº 1 de Barcelona, con el grado de maestro. Y a quien al parecer, debido a su profesión le exigía viajar con frecuencia, llegó a Barquisimeto, donde comenzó a sufrir quebrantos de salud. Por tal circunstancia recibió la atención médica y los cuidados de sus hermanos masones de la logia Estrella de Occidente N 55. Su salud empeoró hasta el extremo que tuvieron que llamar al Párroco Andrés Domínguez para que le aplicara los santos óleos y, si fallecía, le otorgase la partida de defunción a fin de darle sepultura. El Párroco le impuso como condición que abjurara públicamente de la Orden, petición que el enfermo rechazó. Ante la negativa del moribundo el sacerdote se retiró sin imponerle el sacramento. Cuando el padre regresó por segunda vez, José Ruiz había fallecido. Tampoco permitió su posterior ingreso al cementerio público, por la herejía de no abjurar de quienes solo había recibido atenciones y afectos solidarios.(Reverón:1988)
La excomunión implicaba la pérdida de la facultad para ejercer los derechos sucesorales, la angustia generada por tener que dejar a la viuda y a los huérfanos desamparados. No pertenecer a la Iglesia estaba mezclado con limitaciones para el ejercicio de los derechos civiles. La potestad de la Iglesia no era discutible, esa era la herencia colonial.
En más de una oportunidad, algún cura párroco intentó manipular la conciencia de algún ciudadano durante los últimos instantes de su vida. Esta actitud ya estuvo ligada al gran cisma de la Iglesia Católica identificado con La Reforma. Sin embargo, después de tanta sangre derramada por la libertad se continuaba violentando en nuestra América, el sagrado derecho que deben tener todos los seres vivientes a morir en paz. Presionar al moribundo para apropiarse de su herencia o hacer propaganda a una Iglesia Católica que debía comenzar a resignarse a compartir el control que ejercía sobre las conciencias humanas, todavía era observado como un hecho normal y cotidiano en la Venezuela de 1864.
Pero los cambios que de alguna manera habían comenzado desde hacía varias décadas no ofrecían otra alternativa que limitar, progresivamente, el radio de acción de los curas a la vida espiritual o religiosa de los seres humanos, dejando lo civil al margen. Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
En la oportunidad que nos ocupa le sucedió al masón José Ruiz, cuando el padre Andrés Domínguez, cura párroco de Barquisimeto pretendió obligarlo en su lecho de muerte, a abjurar públicamente de la Orden Masónica, a cambio del sacramento de la Eucaristía.
Barquisimeto 28 de junio de 2008

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